domingo, 1 de noviembre de 2015

EL REGLAMENTO DEL CEMENTERIO DE SAN BAUDILIO DE LLOBREGAT, ESTABLECÍA QUE NO ENTRARAN PERROS NI OTROS ANIMALES, QUE SE MATEN A LOS QUE SE INTRODUZCAN O NAZCAN EN SU INTERIOR ( AÑO 1877)


Un perro, ante la tumba de su dueño.

María Margherita Lochi, de 57 años, lo había adoptado un año antes, después de recogerlo abandonado en un solar cercano a su domicilio.

Allí está el perro cada vez que celebran  Misa, y se comporta muy bien, no hace ruído ni ladra, dice el  Padre Donato Pamma. "Él va a Misa todos los días, incluso después del funeral de su dueña, espera pacientemente al lado del altar y se sienta en silencio. No tengo corazón para sacarlo" -- reconoce el sacerdote.  
 Este perro vive en una cavidad sobre la tumba de su dueño.






 Son innumerables los casos de perros que han velado,  durante mucho tiempo, la muerte de sus dueños junto a sus sepulturas.

Referiremos solamente algunos casos ante la imposibilidad de hacer la de todos los que tenemos conocimiento, porque, como decimos, son numerosos, y muchísimos más todavía los que desconocemos.

Hace unos años, en Cádiz, un anciano fue recogido en la calle por los servicios sanitarios de aquella ciudad y trasladado en un hospital, donde quedó ingresado. Su perro llegó hasta donde les estaba permitido, y se quedó por el resto de sus días en la puerta de aquel establecimiento sanitario esperando la salida de su dueño, que ya había fallecido y  conducido al tanatorio. Días después, el perro, además de triste estaba famélico, y todos se admiraban que ni siquiera se retirara de allí en busca de alimentos. La gente comenzó a llevarle comida, pero el perro se quedó en la puerta del hospital esperando la recuperación de su dueño para siempre.

EL REGLAMENTO DEL CEMENTERIO DE SAN BAUDILIO DE LLOBREGAT, NO PERMITÍA LA ENTRADA DE PERROS NI OTROS ANIMALES (AÑO 1877)

El artículo 30 del Reglamento para el buen régimen y administración del Cementerio de la villa de San Baudilio de Llobregat, del año 1877, establecía " .. que no entren perros ni otros animales, que se maten a los que se introduzcan ó nazcan en el mismo..."

Por años que hayan transcurrido, cuando leo estas líneas y cuando soy conocedor y soy a diario  testimonio del cariño y la lealtad que estos fieles animales profesan hacia sus dueños, no puedo en modo alguno   evitar sentir repugnancia  y  censurar aquellas mentes primitivas y estrechas que dictaron aquella medida. 

No permitiendo la entrada o  ahuyentando a los que se introdujeran, considero que se hubiera  igualmente conseguido la medida deseada sin necesidad de sacrificar las vidas de aquellos nobles animales.

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