sábado, 28 de enero de 2017

UN TESTIMONIO DE QUE LAS BOMBAS NO RESPETAN A NADIE, Y MATAN SERES BONDADOSOS E INOCENTES .EL CASO DE Dª IGNACIA ADZERIAS BRULL. (LA GARRIGA, 29 DE ENERO DE 1939)

 Recordatorio del fallecimiento de Dª Ignacia Adzerias Brull, víctima de la metralla, en el bombardeo de la Garriga del domingo, 29 de enero de 1939.
 Portalón de entrada a Villa Martín,  de la Garriga.
 Villa Martín, en la Garriga.




El contenido de estas líneas proceden del libro "AVIACIÓ I GUERRA CIVIL A LA GARRIGA. 1933 -1946".

"Un documento personal cedido por una familia que, acertadamente ha creído que esta historia tenía un fuerte componente humano, que puede reflejar  perfectamente que significan  unos segundos de bombas cayendo...

Es una carta de amor. Una carta de un hombre destrozado por el dolor, que expresa sus contradicciones delante de las piedras centenarias de la masía donde se enraíza su familia. Un documento escrito desde la incomprensión del  porqué de su dolor, un testimonio de que las bombas no respetan a nadie y matan a seres bondadosos e inocentes. La carta forma parte de una libreta incluída en una colección de documentos familiares de can Mossènyer, una masía de Tivissa, en la Ribera d'Ebre. En la carta Julián Muñoz se lamenta de la muerte, causada por la metralla, de su mujer, Ignacieta  Adzerias Brull.

El marido, hombre de derechas y simpatizante de la causa franquista, se debate entre  la lealtad a sus principios y el mal que ha traumatizado su familia. Habían venido de Barcelona para huir de las bombas... En sus líneas habla de tropas liberadoras, de tropas con manos asesinas, de monstruos de hierro del general Franco que lanzan bombas a un pueblo pacífico e inocente...

LA CARTA DE JULIÁN MUÑOZ

" Al estallar en España, en julio de 1936, la más cruenta guerra fraticida que ha asolado un suelo, nos encontramos en Barcelona don Adolfo Adzerias Freixas, sus hijos Adolfo  e Ignacia Adzerias Brull y yo, Julián Muñoz Navarro, venturoso esposo de esta última, llamada por todos Ignacieta y "Videta" en la intimidad conyugal.

Después de asistir aterrados a toda una época de saqueos, incendios, persecuciones y asesinatos, se desencadenó sobre la ciudad una serie ininterrumpida de bombardeos aéreos por la aviación del general Franco, que nos obligó, ante los apremiantes requerimientos de Ignacieta, a refugiarnos a partir de mediados del año 1937, en una torre denominada Villa Martín, en la Garriga, pueblo distante unos 40 kilómetros de Barcelona en dirección a la frontera francesa.

En dicha señorial mansión llevábamos una vida verdaderamente  patriarcal, ansiosos y anhelantes de contemplar la entrada triunfal de los victoriosos ejércitos Nacionales con los cueles esperamos todos el retorno a la paz, la tranquilidad y el trabajo.

El 26 de enero de 1939 cayó en su poder la ciudad de Barcelona. Casi simultáneamente  acampaban las tropas libertadoras en los suburbios de la Garriga, y ante nuestros ojos las tropas que avanzaban  en carrera vertiginosa y triunfal. El 29 de dicho mes, domingo y a las tres de la tarde, cuando nos levantamos de la mesa, diez muestras de acero procedentes del general Franco dejaron caer de sus entrañas de crimen, unas setenta bombas que sembraron en aquel pueblo silencioso e inocente la desolación y la muerte. Dos de dichas bombas hicieron explosión en el jardín de nuestra torre alcanzando un casco de metralla a la más santa  e inocente criatura que en ella habitaba: a mi entrañable  y adorada Ignacieta, que arrebatada de mis brazos por aquella ola de fuego, de hierro y gases, cayó al suelo herida de muerte.

En un ambiente de confusión la trasladamos al hospital y ahí sin médicos, sin ninguna clase  de asistencia humana, sin amor y sin caridad, entre el odio de los hombres, el tronar del cañón y roncar de los aviones que insólitos surcaban el cielo, llegó el uno de febrero de 1939, fecha de la liberación de dicho pueblo.

Las primeras fuerzas marroquíes entraron inmediatamente en el hospital. Ignacieta, iluminándose de pronto, llamaba los soldados y, con dulzura inefable y emoción profunda, mientras les besaba amorosamente sus manos asesinas les decía estas sencillas palabras de perdón: son ustedes muy buenos. Los quiero mucho. ¡ Arriba España !.

Al día siguinete, dia 2, fue trasladada en una ambulancia después de recibir misteriosa y providencialmente los santos sacramentos, a Barcelona sin que todavía fuera confortada por asistencia médica alguna. Por intransigencia  cruel e inhumana de la autoridad militar ninguno de sus íntimos pudo acompañarla en su calvario de angustia y soledad hasta Barcelona. El día 4 de febrero de 1939, último de su vida ejemplar y gozosa y primero de la mía triste y desventurada, conseguí trasladarme a Barcelona. La encontré en el Hospital de San Pablo y a las cinco en punto de la tarde hacía mi entrada en su aposento dolor de muerte. Apenas llegué al umbral del mismo, con voz trémula y apocada me dijo "¡Videta!". Fue su última palabra: santa como su  vida; clara como su inteligencia; pura y encendida como su amor inconmensurable. Agonizaba. No habló más. Su hondo y dulce mirar, pero ya turbio y extraviado, trataron inútilmente de contener el torrente debordado de mis lágrimas. La besé amorosamente; traté de apagar su sed abrasadora; busqué el consuelo de su alma celestial con toda la máxima vergüenza en el corazón; pendiente un povenir risueño y venturoso, imploré a las potestades divinas y maldije implacablemente a las humanas. Todo fue inútil; solos, completamente solos, a puerta cerrada, a las siete en punto de aquel atardecer fatídico del memorable 4 de febrero de 1939 exhaló en mis brazos el último suspiro.

Yo enjugué el sudor de su esbelta frente, plegué sus labios y cerré para siempre sus dulces ojos.
El dia 8  santa sepultura en el cementerio nuevo, plaza de la fe. C/San Francisco número 8283, nicho a nombre de don Gaspar Bermúdez de Castro.

Este ha sido el fin de su vida amor, abnegación y sacrificio. Éste ha sido el fin de la mía, consagrada a su contemplación y a su bienestar.

La muerte deja abierta una profunda herida en el corazón generoso de sus padres y hermano. A mi me abre una amplia senda por la que me dirijo serenamente con frase familiar en pos de su triste destino.

                                         Julián MUñoz Navarro.
                                         Su esposo eterno, su Videta"

PROCEDENCIA:

Gesalí David.Iñíguez David. AVIACIÓ I GUERRA A LA GARRIGA. 1933 - 1946. Àrea de Patrimoni de l'Ajuntament de la Garriga. La Garriga, febrer de 2009.

2 comentarios:

  1. terrible y dulce relato "Videta" un echo que sucedió hace 78 años, una de las muchas atrocidades que sucedieron. Josep

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  2. Avui fa -- també era diumenge -- 78 anys d'aquell bombardeig. Aquella familia va fugir de la pluja de bombes que sembraven de destrucció i de mort la ciutat de Barcelona i van venir a la Garriga a les acaballes de la guerra, pensant que aquí estarien lluny d'aquell infern. I ves per a on, l'aviació italiana al servei del general Franco va ferir de mort a l'Engracieta, malgrat que el seu marit, Julián Muñoz era persona de dretes i simpatitzant de la causa franquista. Les bombes maten sense preguntar identitats.

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